sábado, 27 de junio de 2009

Rock al Parque

Bueno gente, este fin de semana se presento y aun se presenta en Bogotá mi ciudad natal uno de los eventos culturales y de musica en vivo y gratis más grande de Sur América, el sábado siempre a sido el día de metal y hoy se presente ante más de 10.000 espectadores Haggard, (si Haggard de Alemania se presento Gratis), fue lo mejor de la noche, del día y creo q de Rock al Parque (q este año cumple su presentación Nª 15).

La presentación de esta banda estuvo estupenda o por lo menos donde yo estaba, cantaron dos canciones del álbum nuevo y el resto clásicas, el "concierto" duro un poco mas de una hora y se le vio un muy buen poder a la Banda, el publico los apoyo totalmente y me pareció muy bueno de la banda q ayudaran a calmar a la gente después q se rompieron las barreras de contención (de la cantidad de gente q había), la banda mereció mas tiempo pero antes se presentaron.

Acá les dejo la canción con la q cerraron su presentación

lunes, 22 de junio de 2009

Sin titulo

Esta historia la escribió una gran amiga, espero q les guste

Se fue. La vio irse bajo el radiante sol, entre los árboles y los autos, entre los cantos de los pájaros que alguna vez ignoró y que ahora sólo podía odiar por servirle de banda sonora a su despedida. Su cabello se movía con el viento; su cuerpo se movía al compás con las copas de los árboles, y las flores, el pasto, aún el humo de los carros, los edificios… absolutamente todo a su alrededor hacía juego con ella, con sus movimientos al caminar, con el color de sus ojos, donde cabía entero el cielo y… en medio de todos estos pensamientos que venían a su cabeza y corazón, descubrió que tanta poesía sólo podía obedecer a una cosa: se había enamorado, y aunque hace mucho que lo sospechaba sólo hasta ese momento era capaz de aceptarlo.
Sintió que su cuerpo se helaba a pesar del calor que hacía, y entre lágrimas aceptó su derrota, mientras ella caminaba decidida a no verlo más porque no soportaba sus palabras, su indiferencia y sobre todo su estupidez, de no poder decir te quiero aún cuando sentía que la amaba; creía que no estaba para desperdiciar su vida, o al menos parte de ella, junto a un hombre incapaz de sentir compasión, que no conocía la misericordia o la dulzura, ni la sutileza ni la diplomacia; que era incapaz de dar crédito a un acierto de alguien más y de reconocer un error propio, que se jactaba de ser mejor que el resto y a la vez decía tener mil defectos; que se fascinaba en ver el sufrimiento ajeno y que no tenía reparos en decirlo, como si fuera la mejor de las cualidades; que creía que entendía el mundo, ¡como si éste fuera sólo lo que cabía en su pequeña y orgullosa cabecita! La verdad, ella no entendía por qué se había enamorado de él. Al principio le parecía repugnante y engreído, luego pensó que era sólo un niño indefenso y sintió tanta lástima por él que decidió hacerse su amiga; pero con el paso del tiempo, de alguna manera que ella no pudo ni podrá jamás explicar, y como una ridícula vuelta del destino, se enamoró.
Aunque creía que el principio nunca era el principio, y el final siempre era el final, sabía que todo había comenzado ese día en que por alguna extraña razón, por esas casualidades de la vida, había ido a parar en una fiesta de los empleados de su compañía; jamás hacía nada por casualidad, y jamás habría encontrado una razón lo suficientemente fuerte para ir a una fiesta, y menos con “la manada de cerdos, inútiles y pequeños esclavos” como llamaba a los empleados de la empresa en la que trabajaba, hicieran o no parte del grupo que él supervisaba. Sin embargo, ese día estaba allí, en medio de un montón de gente con la que trabajaba y a la que no conocía.
En medio del salón, estaba ella hablando con algunos de los muchachos de la sección de ventas. Era linda, sin duda, pero lo que más llamó su atención fue el color de su cabello: naranja. ¿Cómo podía a alguien gustarle ese detestable color, y aún más, cómo podía alguien llevarlo en su cabeza?! Se movía de manera graciosa al son de la música, y aunque no bailara con alguien, su cuerpo no paraba de moverse. La examinó de arriba abajo y rápidamente pensó: “ocho con cinco” y siguió mirando hacia otro lugar, pensando cómo la gorda de contabilidad podía usar una blusa tan apretada, o cómo el imbécil, desgarbado y enano de archivo osaba aparecer con esos zapatos de imitación de piel de cocodrilo que chillaban con el color de sus pantalones; eran “todos unos idiotas, con mal gusto y llenos de problemas que creen que a los demás les importan”, pensaba, pero definitivamente, el peor, el más perdedor de todos, a quien más odiaba era a Oscar: un hombre más bien alto, delgado, de musculatura media definida, que vestía modestamente pero cuyo porte hacía imposible que se viera simple; tenía los ojos verdes y grandes, y caminaba como esos malditos seguros de sí mismos; era ésta la razón por la que todos los meses era quien más vendía; era tan amable, cordial y jactancioso, hablaba tanto de sí mismo, era tan adulador con sus jefes y compañeros, y tanto más con sus compañeras, que daba asco.
Pero lo que hacía que realmente lo odiara era que él era la única persona que realmente le repugnaba que no hubiera podido sacar de la compañía. Siempre sucedía. Desde su ascenso a supervisor había despedido a los y las que le fastidiaban, aquellos a quienes todos querían, a quienes siempre les iba bien en todo pero que cometían algún error que les costaba su trabajo, que se Fastidiaban con sus inmensas e insoportables persecuciones y decidían renunciar; pero él, Oscar, no era un hueso fácil de roer, y en el tiempo que llevaba supervisando su trabajo no había encontrado una sola falta, un error al menos pequeño, y no lograba hacer que le odiara por sus actitudes que, en verdad, no le costaban mucho.
Le seguía con la mirada. Buscaba al menos un defecto, un desacierto que fuera motivo para burlarse de él, algo que le hiciera sentir que no estaba perdiendo la partida, y entonces, después de mucho examinarle y seguirle con la mirada, vio cómo Oscar se acercaba a ella y le hablaba al oído, ella rió y extendió su mano, luego Oscar pasó su brazo por su cintura y la abrazó. Se puso nerviosa al sentir su mirada sobre ellos y le hizo un ademán de esos que hacen siempre las mujeres, que uno interpreta como un “me encanta pero será después porque el jefe nos ve”, Oscar se puso nervioso, palideció por un momento y se alejó de ella, mirándola de reojo y con esa expresión de cordero degollado típica de los imbéciles que creían haber encontrado eso que llaman amor en algunas partes del mundo.
Eureka!!!! Lo tenía!!! 8.5 era el punto débil de Oscar, su talón de Aquiles, por fin una manera de hacer que cayera, que saliera, que perdiera, que estuviera bajo su dedo acusante y su risa de burla. Ahora, Oscar dejaba de ser un blanco olvidado e imposible, para ser flanco directo de sus ofensivas, estrategias y demás.
Reía para sí mismo, pensando la manera, la estrategia perfecta, y estaba tan ocupado en planear su maniobra que no vio que 8.5 le miraba fijamente, con ojos de rabia y desaprobación, porque había escuchado mucho sobre él. Sabía que le habían ascendido a supervisor, después de ser el solitario amargado del archivo, porque había demostrado no tener compasión ni consideración con nadie; había acusado de sus errores y equivocaciones por pequeñas que fueran absolutamente a todos los que representaban un riesgo para él, incluyendo a la anciana de correspondencia, a quien todos veían con ojos de ternura y le ayudaban en su trabajo u omitían fallas de recibo y almacenaje; incluso a Mariana, la recepcionista viuda que tenía tantos hijos a quienes mantener y por esto nadie osaría jamás acusarla para que dejara sin alimento a sus pequeños hijos; incluso al mas amable y acomedido de los compañeros, quien siempre hacía el trabajo por los demás a riesgo de no cumplir con el propio. Todos ellos habían sido amonestados, despedidos, trasladados, sancionados porque alguna vez les acusó, pues no estaba dispuesto a perder privilegios por arriesgar su puesto por alguien más. “tienen que asumir el tamaño de su estupidez, si no sirven para este trabajo, si son unos incapaces y perdedores, que se maten y se acabó. Sus problemas no son mi problema, cada quien viene al mundo solo, hay cosas en la vida que se tiene que asumir y personas que no deberían existir” dijo a sus jefes el día en que decidieron su ascenso, minutos antes de que le notificaran. En realidad, esta era su filosofía de vida, y cada vez que veía que otro sufría, y especialmente si sabía que era por su culpa, sentía una satisfacción enorme, su ego aumentaba, era como si esto le hiciera saberse más que los demás, mejor, al menos por un momento.
Ella sabía esto, y por esa razón lo detestaba, lo odiaba, y lo miraba intentando demostrar cuánta repugnancia le provocaba. Tenía tanta rabia y tantas cosas atravesadas en la garganta por decirle, que decidió acercarse a él para decírselo. Era impulsiva y sincera, pero también prudente, y sabía que era hermosa y ésta era un arma que debía aprovechar. Caminó por en medio del salón hasta donde él estaba; él la vio acercarse, sorprendido, porque nunca nadie quería u osaba estar con él, ni siquiera acercársele, so riesgo de ser abucheado y humillado en público. Extendió su mano, se presentó y le ofreció un trago. Él contestó que no, seco como siempre, intentando mantener su lugar y la imagen que todos tenían de él. Ella levantó la mirada, llena de dignidad y coquetería como siempre, y con un tono firme pero amable, seguro y a la vez tierno “usted cree que puede ser siempre tan fuerte, tan implacable, tan malo; siempre burlándose de otros y gozando con el dolor ajeno, jactándose de no importarle nada, como si fuera un personaje de Camus” “Usted no es…” y antes de que él pudiera terminar su frase ella dijo “nadie dijo que yo haya terminado, señor. Para su fortuna, hasta ahora le ha funcionado muy bien y a su favor; pero hay una cosa que los demás no saben y yo sí” se acercó a su oído, y con un tono entre bajo y sensual dijo las únicas palabras que no podrá nunca olvidar, porque cambiaron su vida para siempre: “un hombre no es más que eso, un hombre, y usted no es otra cosa que un hombre, escondido tras su caparazón enorme y duro, porque teme mostrar su debilidad. Eso, señor, no lo hace mas que nadie, y no hace que lo vea de otra manera que como un pobre chiquillo merecedor de la mas profunda lástima” y, para terminar, la estocada final” y es una pena…. Porque en otra condición, hasta podría gustarme”. Quedó petrificado, pensaba un millón de palabras que podía decirle pero nada le cuadraba; buscaba el insulto perfecto, pensaba en su color de cabello, pero no era una buena salida a un razonamiento tan fuerte, su tono de voz lo confundía, y su olor… “un gusto conocerle señor, que tengo una buena noche” terminó diciendo, y con una sonrisa coqueta y una mirada seductora pero a la vez retadora se alejó, tal cual había llegado caminando entre las personas e incorporándose como si nada hubiera pasado.
Había pasado mucho tiempo desde entonces, pero esas palabras retumbaban en su cabeza, y no le dejaban en paz. ¿Cómo podía ser que una mujer a la que nunca había visto, que no lo conocía, se atreviera a decir eso y él le hubiera permitido entrar en su vida? Más aún, ¿cómo podía ser que encontrara una mujer con la suficiente fuerza y confianza en sí misma como para decirle en la cara lo que pensaba de él, y que lograra desestabilizarlo de tal manera que no pudiera articular palabra, y él estuviera ahora dejándola ir, viéndola alejarse como ese día en el salón, pero con la plena seguridad que no la volverá a ver y que ahora esto le duele?
Lo que vino después es más incomprensible y sorprendente aún de lo que había pasado hasta ahora. El hecho es que Oscar consiguió un mejor empleo y había renunciado, cosa difícil si se tiene en cuenta que la razón no tuvo nada que ver con el insoportable supervisor. Como Oscar era una pieza clave en la compañía su reemplazo no se hizo esperar, era una mujer 8.5 trasladada desde otro departamento que al parecer había demostrado tener capacidad suficiente para asumir ese reto. “no me importa si se tiene que acostar con los clientes, igual que lo hizo con el jefe, para que venda. Lo que debe tener claro es que debe cumplir y superar las metas del imbécil que estaba antes que usted; de lo contrario, tendrá que darle muy buen sexo a la mesa directiva de esta compañía para que su cabeza no ruede. Ah! Solo para cumplir con una convención social: bienvenida al grupo de cerdos que superviso” “Muchas gracias por su apoyo, señor supervisor; puede estar seguro que cumpliré con las metas, y que jamás tendrá que interesarse por los métodos que utilice para cumplirlas. Respecto al buen sexo… es algo que un hombre como usted jamás llegará a conocer, pero puedo contárselo algún día si usted quiere”. Y otra vez esa sonrisa socarrona. Lo peor era que él sabía que ella tenía razón: jamás conocería el sexo, ni bueno ni malo, a menos claro que pagara, pero no era algo que quisiera hacer. De igual forma, siempre pensó que no necesitaba a nadie más, ¿qué importancia podía tener entonces tener o no una mujer para acostarse con ella, que le esperara en la casa, y le hiciera las cosas mas dulces y sucias que pudiera imaginarse? No! Ahora pensaba en eso que la gente llama amor, compartir su cama y su vida con otra persona, su cuerpo… que estupidez, no podía pensar en eso solo porque apareciera una mujer que cada día trataba de entablar con él una conversación, le llevaba regalos e intentaba hacerlo sentir bien.
Ella por su parte, estaba empecinada en hacerlo ver que era posible ser distinto, algo menos duro, en sacarlo del caparazón en el que estaba, porque era muy triste saber que pasaría el resto de su vida solo, sin nadie a su lado, sin poder soportarse a sí mismo. ¿Qué le quedaba a una persona que no quisiera ni siquiera estar con él mismo, que se odiara por no haber conseguido nada realmente importante en la vida? El suicidio. Y este, para ella, era un final muy triste. Era un ser tan merecedor de lástima como el hombre del archivo, quien vivía solo con sus cuatro hijos, mientras su esposa viajaba con múltiples amigos por las playas del mundo, divirtiéndose y derrochando el dinero que su esposo no podía darle por ser un miserable empleado directo de un supervisor que, en pocas palabras, era lo que se llama “una rata”. Había que abonarle, claro, que el hombre era inteligente, buen mozo, que hacía muy bien su trabajo y que tenía ideas excelentes para optimizar el rendimiento, en verdad, ella lo admiraba un poco, aunque no podía aceptarlo porque !era tan cruel con los demás!
Oscar ahora tenía un empleo mejor pago, y pasaba a diario a recoger a la linda chica, quien sabía muy bien sus intenciones y no pensaba ceder tan pronto, además porque tenía una tarea mucho más importante en qué ocuparse ahora. Él veía cómo ella se iba con él, siempre sin besarlo en la boca, pero con un fuerte abrazo, y hasta hoy entendía que ese cosquilleo, esa rabia que sentía al ver como Oscar se la llevaba no era mas que el amor que sentía por ella, la atracción inevitable, el sentimiento profundo que no quería dejar salir y que hasta hoy quiso reconocer en público, cuando era muy tarde para ella.
Todas las tardes esperaba a que todos salieran de la oficina para quedarse a mirar el reloj y escuchar música, su única verdadera pero escondida pasión. Permanecía horas allí, hasta que el hambre lo vencía, a la hora habitual, y salía a comer siempre en el mismo restaurante, siempre la misma comida: los lunes ensalada, los martes pollo en salsa, los miércoles cenaba con un pastel y un jugo porque pretendía que su intestino se llenaran menos, teniendo en cuenta que era mitad de semana; los jueves y viernes eran de comida oriental. La mayoría de los sábados se quedaba hasta tarde también, hasta la noche, aunque todos salían a medio día. Ese día decidía romper con la rutina y comer en otro lugar, aunque era siempre el mismo, pero variaba el menú: podía ser pizza, hamburguesa o perro caliente, tal vez otro tipo de comida rápida.
Pero ese lunes salió temprano, sin saber por qué (aunque nunca hacía nada sin razón aparente), a la misma hora que todos los demás. Esperaba el bus frente a la entrada del edificio donde trabajaban, rogando a Dios no tener que subirse al mismo bus con alguien mas de la empresa, y tener que hacer conversación porque así es la regla social, cuando llegó Oscar. La abrazó, como era corriente, subieron a su auto, y de repente comenzaron a discutir. Él escuchaba los gritos desde afuera “las mujeres son insoportables, no pueden discutir sin gritar, y siempre pelan por todo”. De repente ella abrió la puerta y se bajó del carro “no puedo creer que estés tratándome así solo por eso” le gritó y salió corriendo. Oscar la cogió del cabello, la jaló y volvió a meterla en el carro. Él prefería ignorarlos; por un momento pensó en la posibilidad de ayudarla, pero pensó que cada quien hace su vida, y que seguramente ella se merecía que le dieran tal trato. Ella intentaba salir del carro, pero él no se lo permitía. El auto arrancó y ella aún trataba de safarse, gritando y sacando las manos por la ventana. Pararon en el semáforo que estaba en rojo, justo al frente suyo, y entonces vio cómo Oscar le pasaba la mano por la entrepierna, mientras ella intentaba cerrar sus piernas y sacarle la mano de entre la falda; lloraba con un gesto de tristeza enorme y esto, extrañamente, le conmovió. Lo miró desde dentro del carro haciendo un gesto de pedir auxilio, su mirada era tan profunda, tan limpia y tan conmovedora… ella sacó el seguro de su puerta, cuando Oscar sacó su mano para arrancar pues cambiaba la luz a amarillo, abrió la puerta en un último intento, sacó una de sus piernas; Oscar la tomó fuerte del brazo izquierdo para evitar que saliera completamente, y él sólo podía ver ese cuadro y pensar que tenía diez mil razones desde lo que era él mismo para no meterse en los problemas de los otros porque no le importan, de dejar que la vida pague a cada quien lo que se merece, de intentar reír porque sabe que a él nunca le pasaría tal cosa; pero cuando se encontró con sus ojos desde el auto, la pudo recordar llena de fuerza ese día en la fiesta, y su mirada coqueta y segura, y el olor de sus cabellos cuando daba la vuelta, y los regalos y atenciones que jamás recibía pero que recordaba uno a uno, y el buen sexo…¡ no podía permitir que Oscar tuviera buen sexo! Porque era un cretino, y porque (asomaba una pequeña pizca de justicia) ella no lo tendría, y porque ella era un 8.5, y Oscar era un idiota.
Tenía frente a él la posibilidad de mostrarle a Oscar y al mundo entero que finalmente podía ganarle una. La luz cambiaba a verde, ella gritaba y Oscar cambiaba la barra del carro mientras la jalaba por el brazo obligándola a entrar de nuevo por completo al carro, cuando miró hacia el frente y lo vio ahí, atravesado de frente al carro, haciéndole la seña de que la dejara bajar. Ella no lo podía creer, y Oscar menos; el imbécil del supervisor, el desgraciado que odiaba a toda la gente, ahora estaba frente al carro de Oscar impidiendo que arrancara hasta que no la dejara salir, como si ella le importara, como si le interesara en algo el dolor de otro, los gritos o la desesperación. Ella bajó del carro y él se quitó para que Oscar pasara.
Los ojos de felicidad de ella, la cara de rabia de Oscar, el gesto de grandeza de él; la expresión de agradecimiento de ella, el carro de Oscar que se perdía tras la luz verde, y el sentimiento de “qué carajos me pasó” de él; Los brazos de ella rodeando su cuello, el bus que tenía el letrero de la ruta que él debía tomar, que se paró justo frente a él antes que la luz cambiara a rojo, y él subiéndose al bus; la expresión de desilusión de ella, la cara de preocupación de él y el sentimiento de insatisfacción por haber encontrado algo que tenían todos los demás y que a él no le gustaba, que no quería dentro de él.
Los días pasaban y él intentaba no encontrar sus ojos con los de ella, para evitar cualquier palabra de cortesía o complicidad, aunque era imposible porque ese martes, tan pronto ella llegó a la oficina, él aún estaba afuera esperándola, y cuando la vio llegar, cuando sintió su olor, solo dijo en voz baja y sin mirarla directamente “no quiero que nadie comente lo que pasó ayer. Son cosas de las que no se hablan”. Ella reía para sus adentros, pero lo dejó así, mejor como un secreto entre los dos. Estaba feliz no solo porque sabía que había logrado evadir a Oscar, si no porque había descubierto un brote de compasión en el corazón de él, porque ahora podía pensar que tenía un alma, y porque podía probar, al menos a sí misma, que era posible que cambiara.
Ella por su parte, dejaba cada día sobre su escritorio, o metía entre el montón de papeles que él debía mirar, o en el bolsillo de su camisa cuando pasaban muy cerca, un papelito con una nota de agradecimiento por lo que había hecho. Lo invitó a cenar a un restaurante caro en viernes, y a uno de comida rápida en lunes, a tomar un café, a ver una película en el cine, a comprar un libro… Le dejaba chocolates, gomitas, dulces de toda clase; le llevaba la merienda cuando él tenía trabajo y no salía por ella. Poco a poco, ella fue siguiendo cada uno de sus pasos y movimientos, hasta que descubrió dónde comía, lo que comía cada día, la música que escuchaba, el instrumento que imitaba, la hora en que tomaba su café; cada uno de sus hábitos fueron por ella descubiertos, y los conoció de tal manera que llegaba con el café caliente, sin crema y sin azúcar a las 9:00 de la mañana en punto; le abría la puerta de la oficina a las 8:25 y entregaba sus reportes justo cuando él iba a salir a pedirlos, llevaba sus galletas cubiertas de chocolate con el vaso de jugo, porque odiaba la leche, a las 10:15 en punto a su oficina, y siempre dejaba junto a cada cosa una nota “vamos por una ensalada esta noche” el lunes, “vamos por comida oriental” el viernes, “tomemos un café y luego vamos por hamburguesas” el sábado, de vez en cuando escuchaba la melodía de sus canciones favoritas desde el computador de ella, quien estaba segura que la música alienta a las personas a trabajar mas y mejor.
Un día él se cansó del montón de papeles guardados, y los dulces sin destapar, aunque el café en su punto y a la hora indicada, los reportes sobre su mesa, la música de fondo le parecía bastante funcional, y entonces decidió aceptar su invitación “siete de la noche. Yo escojo el lugar y tú pagas la cuenta. Y será solo eso, una cena, nada de veladas largas”.
Esa noche… ah! Esa noche. Ella lucía más hermosa que de costumbre, y tenía un olor tan delicioso que era imposible no sentirlo; tenía una ropa sencilla, diferente a la que llevaba siempre par trabajar, pero se veía hermosa; el café de su blusa combinaba perfecto con su tono de piel y hasta con el color de su cabello, aunque seguía siendo de horrible naranja. Llevaba zapatos planos de amarrar y un pantalón apretado que dejaba ver perfectamente que en realidad debía ser un 9. Su maquillaje era suave, sus labios solo tenían un poco de brillo son color. Era todo un espectáculo de mujer. Cuando se bajó del taxi en que llegó para no llegar tarde, los hombres que pasaban la miraban y decían cosas sucias, era en verdad hermosa. Él, estaba con la misma ropa del día pero mucho más desarreglado, puesto que se había quedado en su ritual musical. Fueron a comer a su restaurante de siempre, donde pidió lo que pedía cada jueves, ella comió algo ligero acompañado de un postre gigante. Al principio casi no hablaban, su conversación se centraba en cosas de la oficina. De pronto entró en el restaurante una mujer con un vestido extravagante, acompañado de su pequeño esposo quien también vestía de manera peculiar. Ella no pudo evitar soltar una risa burlona, y él uno de sus ácidos comentarios que hicieron que ella riera aún más. A partir de ese momento, hubo una conexión entre los dos, se burlaban de cada cosa y persona que conocían en común, y comenzaron a hablar de un montón de historias y anécdotas que les habían sucedido; así, una velada corta se convirtió en una no tanto, en una larga, y en una muy larga, hasta que cerraron el restaurante y debieron ir por un café para seguir hablando. Parecía que nunca se acababan los temas ni las historias, y él se sentía feliz de verla a ella riendo. Ella por su parte sentía que jamás se había divertido tanto hablando con alguien.
A la 1 de la madrugada caminaron juntos hasta tomar el autobús, él sin saber las razones que lo llevaban a comportarse de ese modo; ella, contenta porque había descubierto su parte amable, y sabía que eso nadie se lo quitaría. Cuando ella llegó a casa lo llamó para contarle que había llegado bien y para agradecerle la velada, él no contestó nada y colgó en seguida, asustado por lo que estaba pasando.
Pensaba en esa noche mientras la veía irse, ahora con su cabello un poco mas oscuro, con sus pantalones y sus zapatos planos, pensando que ahí, alejándose como estaba, era mas que un 9, era mas que un 10, era perfecta, era todo.
Los días que pasaron fueron un poco diferentes para él. Ella seguía dejando notas con pensamientos ridículos pero ciertísimos en su escritorio, y llevándole el café a las 9:00. Las relaciones en la oficina no cambiaban mucho; seguían cruzándose sin mediar palabra, aunque de vez en cuando ella se acercaba a él para comentar el vestido de alguna de sus compañeras, o hacer un comentario sobre alguna ocurrencia de la oficina que le hiciera reír. Él se cuidaba de ser despectivo, teniendo en cuenta que cada vez que hacía un comentario demasiado salido ella lo miraba con cara de desaprobación y le exigía repararlo de inmediato. El trato de él hacia sus empleados no cambiaba, aunque había dejado de insultarlos no permitía que cometieran ningún error sin que lo pagaran; pero empezó a pensar en formas diferentes de alentarlos a trabajar, con orientación de ella. Pero las noches y las tardes de los sábados eran siempre algo diferente, a tal punto que él cambió algunos de sus hábitos por estar con ella, y ella siempre hacía algo diferente para estar con él; sentía que comenzaba a necesitarlo, que estaba encantada de estar con él, que podía oírlo hablar de libros, música y cualquier otra estupidez toda la noche, todas las noches. Se enamoró y lo supo, y hacía lo posible porque él lo supiera.
Él también se enamoró, y por supuesto se dio cuenta, aunque se lo negó de inmediato. Para demostrarse que no era así, que no pasaba absolutamente nada, comenzó a tratarla de manera indiferente, dura, era grosero y la trataba mal, permanecía diciéndole cosas que la herían, y ella no podía entender sus actitudes. En ocasiones era tierno, le daba regalos o dulces que probaban que pensaba en ella, pero en seguida salía una actitud tosca y humillante, que amargaban hasta al mejor de los dulces que pudiera darle.
Alguna tarde ella no soportó la zozobra y se lo dijo. Le preguntó qué era lo que le sucedía, le dijo que sabía que entre los dos estaba sucediendo algo y que era imposible que él no se diera cuenta o lo negara. Después de un largo rato, un silencio enorme y sus miradas una frente a la otra sin poder sostenerse por períodos prolongados, de que él lo negara y dijera que ella estaba loca, y dijera cualquier cantidad de cosas sobre ella, la tensión no pudo sostenerse y la cuerda se rompió: “no puedo estar contigo, Eres una mujer hermosa, que no puede desperdiciar su vida junto a un tipo como yo; además yo soy tu jefe y no sería correcto que lo hiciéramos, la norma dice” “¡Todos se saltan la norma! ¿Sabes cuántas parejas hay en el departamento que supervisas? No tienes ni idea porque la gente se cuida de que los demás no lo sepan, nadie sabe hasta ahora que salimos” “No salimos, somos amigos” “si claro, si lo que quieras. Nadie sabe que salimos, ¿por qué habrían de saber que tenemos una relación, que estamos enamorados, que discutimos, que nos acostamos, o lo que sea?!” Sus manos temblaban del miedo que sentía. No era fácil hacer una confesión tan abierta y jamás había tenido que rogarle a un hombre que estuviera con ella, sabiendo que la quería y que podían estar juntos. “no es tan fácil. Soy tu jefe” “has sido imparcial hasta hoy. Sabes que te amo y me amas, soy la única de la oficina y de tu grupo de supervisión con quien tienes relación alguna, con quien hablas, sales y pasas mas tiempo que con nadie en el mundo, y aún así has hecho tu trabajo correctamente, me has sancionado cuando has tenido que hacerlo” “sí, pero sería diferente, tendría otro interés en que estuvieras conmigo, en que no te fueras” hubo otro gran silencio. No podía creerlo, se lo había dicho, le había dicho que quería estar con ella, que no quería que se fuera… Ella lo miraba a los ojos y cantaba fuerte la canción que sonaba de fondo en el lugar en que estaban. Luego de un rato dijo “eso se soluciona si me voy de la empresa. Así podemos vernos cada tarde y cada noche, podemos estar juntos, hasta podríamos vivir los dos y no tendríamos problemas porque pienses que estás haciendo mal, que me tienes que proteger o lo que sea. Puedo ser mesera en el restaurante que te gusta, puedo pedir que me cambien de división de nuevo, puedo…” “no puedes nada. No vamos a estar juntos. Es todo”.
Ella sabía que esto pasaría, pero él no podía hacer nada, porque ya había dicho que quería estar con ella, que la quería a su lado.
Siguieron pasando días, tardes y noches enteras, en que moría por besarla, por amarla, por darle mil y una cosas. La conocía ebria y sobria, arreglada y desarreglada, limpia y untada de salsas de hamburguesa, la había visto gritar por la calle que lo amaba, cantarle canciones afuera de su ventana y por el teléfono, la había visto dormida sobre su cama sin que nada pasara, mientras él se iba a dormir a otro lugar, soñando con sus besos y su cabello enredándose en sus manos. Habían cantado juntos mil canciones, habían caminado mil lugares, habían tomado mil cafés, y aún le parecía que no podía vivir sin ella, que no la conocía, que era un enigma porque se había enamorado de él, y él de ella, era la misma sensación que tenía ahora, mientras la veía irse, confundida entre la gente, caminando lento esperando que él la alcance corriendo… pero no lo hará.
Era domingo. Habían ido juntos a ver una exposición de arte, habían caminado juntos y ahora comían un helado en el mismo café al que fueron la primera noche en que estuvieron juntos. Era temprano aún. El sol brillaba sobre la cabeza de ambos, su cabello era menos naranja ahora, aunque se veía más hermoso que nunca. Había llevado flores para ella, que ya las tenía en su mano, mirándolas fijamente. Ella decía que tenía una sorpresa para él que no pensaba darle hasta que terminaran el helado. Cuando acabaron estaban los dos riendo. Ella sostuvo su mano fuerte, se acercó para darle un beso pero él quitó su cara. Ella entendía su miedo por ser descubiertos en la compañía. Sacó de su bolso un par de papeles. “aquí tienes: es mi carta de renuncia a la empresa y de unión a ti. Tengo un nuevo empleo; me pagan casi lo mismo y hago algo más divertido. Estaré cada día esperando ansiosa que llegue la tarde para que nos veamos y salgamos como hasta hoy. Te llenaré de besos y de palabras hermosas, sabrás que me amas cada día de la vida que estemos juntos, y que te amo cada día que la vida me permita estar contigo”. Él la miró con una mirada que ella no pudo descifrar. “has lo que quieras. Es un alivio para mí que te vayas de la compañía. En realidad, ya no te soporto y no encontraba manera de decírtelo” “que estupidez! Siempre encuentras maneras de herir a la gente, es más, lo hubieras disfrutado. Di lo que quieras, yo se que me amas, me lo dijiste” “jamás te lo he dicho” “sí los has dicho, no solo con palabras cuando estás ebrio. Me lo dicen tus manos que tiemblan cuando las tomo entre las mías, y tu corazón que late mas fuerte cada vez que me abrazas. Me lo dicen tus ojos cuando me ven reír porque estoy contigo, me lo dicen tus palabras agresivas, porque se que tienes miedo y no conoces otra forma de decirlo” “no puedes saber eso. Eso no dice nada. La gente miente, finge, actúa” mientras él hablaba ella se acercaba a su boca, tocaba su rostro con sus manos, y finalmente lo besó, como nunca había besado a nadie, como sabía que nunca nadie lo había besado. Pensaba en lo mucho que anhelaba este momento, en los deseos que tenía de cantarle al oído mientras ella paseaba sus labios por los de él, mientras sus rostros se tocaban y la respiración se hacía un solo aire caliente “hoy procura que aquella ventana que mira a la calle en tu cuarto se tenga cerrada” decía la canción. Lo que seguía era la declaración de amor mas hermosa que podía conocer. Quería cantárselo, quería decirle que la amaba, que la deseaba, que soñaba con sus ojos que tenían el cielo contenido en ellos, con sus manos tocando su rostro, con sus labios besando los suyos… soñaba con ella, con el olor de su cabello, de su cuello, con sus miradas, sus caricias, sus palabras de amor… se separó bruscamente cortando con ese beso eterno y dijo: “crees que me vas a convencer como convences a todos tus clientes, que de la misma manera como ganaste tu ascenso, tu traslado y este nuevo empleo, vas a tenerme en tu cama para luego burlarte de mi y vengarte en nombre de todos los que me odian. Creíste que caería en tus garras de gata en celo. No eres más que una cualquiera”. Ella no podía creer lo que estaba oyendo, ni él lo que estaba diciendo. No era eso lo que había pensado decir hasta hace un par de minutos, mientras tarareaba a Delgadillo “y te mida y recorra la piel con mi aliento y hasta te acaricie y te deje dormir”. No, no era eso, pero era él quien hablaba, era el hombre que estaba acostumbrado a ser, era el miedo brotando en palabras porque no podía contener el amor en el cuerpo y saldría por sus poros en cualquier momento. “¿de verdad creíste que podía enamorarme de ti? No fuiste más que un experimento para mí, la forma de darme cuenta que podía tener lo que Oscar siendo como soy, que soy mejor que todos los demás; mira, me quedé contigo, te engañé, y ahora lloras como una tonta, perdedora”. Las lágrimas empapaban sus ojos y mejillas. “sabes que me amas. Pero no puedo esperar toda la vida a que decidas a dejar de lado los miedos. Tenía razón. Jamás conocerás el buen sexo, porque jamás conocerás un amor como el mío, que soporte y te ruegue tanto tiempo, que te busque y trate de sacar lo mejor de ti. Si me dejas ir hoy, te juro, por lo mas sagrado que tenga, que no me vuelvas a ver jamás, y que jamás sabrás lo que es amar. Nunca encontrarás a nadie que quiera estar contigo, porque no fuiste capaz de dejar de lado tu maldito y estúpido caparazón cuando encontraste a alguien dispuesto a ayudarte a hacerlo” “suerte”. Tomó la carta de renuncia y la metió en su chaqueta, y dejó sobre la mesa los papeles de aceptación de su nuevo trabajo. Ella se levantó de la mesa, con su rostro empapado en lágrimas, cogió sus cosas y salió.
Ahora, él la ve por la ventana, yéndose bajo el radiante sol, entre los árboles y los autos, entre los cantos de los pájaros que alguna vez ignoró y que ahora sólo podía odiar por servirle de banda sonora a su despedida. “por favor tenme miedo, tiembla mucho de miedo mujer, porque no puede ser” terminó de cantar mientras ella desaparecía entre la gente, tomando el autobús que la llevaba hacia su casa, lugar al que nunca más iría con la única mujer a la que había amado, la mas hermosa, un 8.5 convertido en millones.

Autor: La Trucha (Sandra Aranazazu)

Y esta sin titulo porque ella así lo dejo

domingo, 7 de junio de 2009

Suzumiya Haruhi no Yūutsu (manga)




Bueno gente acá les dejo el manda de Suzumiya Haruhi no Yūutsu, es una saga muy buena pero q a diferencia de el anime esta si va en orden cronológico, los dos primeros tomos están en español y el tercero por desgracia esta en ingles.



Tomo 1:

Capitulo 01
Capitulo 02
Capitulo 03
Capitulo 04
Capitulo 05


Tomo 2:

Capitulo 06
Capitulo 07
Capitulo 08
Capitulo 09


Tomo 3:

Capitulo 10
Capitulo 11
Capitulo 12
Capitulo 13
Capitulo 14


Tomo 4: (pendiente)

viernes, 5 de junio de 2009

...Y el pistolereo iva en pos de él

Esto fue algo q encontre por hay y me gusto mucho, es un buen aporte para todos los q nos gusta La Torre Oscura y nos agrada la forma de ser de Rolando de Galad, así podremos entender un poco más su forma de ser.

Espero poder conseguírmelo en físico, ya q seria una gran adquisición.

miércoles, 3 de junio de 2009

Primero y espero no ultimo

Bueno gente este es mi primer post y como dice el titulo espero q no sea el ultimo, varias personas me han dicho q debería escribir algo, y no sé, puede q tengan razón (por algo lo dirán).

Bueno por el momento creo q solo escribiré cuanta pendejada se me ocurra, peor más adelante subiré algunas cosillas varias, nada del otro mundo cosas q me gustan y me ggustaria q otros lo supieran (si ya juraron)

Bueno por el momento no es más.